Voy con un día de retraso contando los acontecimientos, así que allí voy.
No sé si conseguí conciliar el sueño anoche, pero parece que dormí unas pocas horas antes del vuelo.
Me levanté sobre las 5 de la mañana, me pareció todo un reto, pero tal vez los nervios o el cansancio de los preparativos del viaje no hicieron mucha mella en mi. Total, casi nunca me he puesto nervioso para nada.
Seis de la mañana, recoger a mi hermana de su casa, y tanto como mi padre como mi madre se vinieron a despedirme al aeropuerto de Alicante. Una hora y poco de camino.
Llegamos bien. Y ya había una cola impresionante para facturar maletas. Para mala suerte de mí, nos ponemos en la que va más despacio. Cuando llega mi turno veo el por qué, la señora del mostrador, no habla nada de alemán y el 95% de los pasajeros son de Alemania. No más comentarios al respecto.
Nos vamos a seguridad y me despido de mis padres y de mi hermana, siempre y cuando intentando echar una lagrimita de pena. Por una parte me parece correcto el viaje (es una forma de aprender algo nuevo, mientras no hago nada en mi lugar de origen), pero por otra parte, estar lejos de casa, quieras que no, me parece que voy a echar de menos a la familia. ¡Ay, ay, ay!
Me encuentro al rato con el resto de compañeros, ya que no solo soy yo el que se va de formación a Alemania, sino que 5 personas más y otras 2 que ya se encuentran en Alemania.
La espera, fatal, el vuelo con retraso, de casi más de una hora, no me puse a contabilizar el tiempo, pero se me ha hecho eterno. Por fin, podemos embarcar al avión por la puerta C47.
El vuelo, se hace ameno. De dos horas y media que dura, minuto arriba, minuto abajo. Nos dan un tipo de desayuno un poco particular: zumo y café (a entre elegir entre otras más) y un bocadillo. Que como no sabía que era, la señora alemana junto a mí, me lo explicó en su mejor español (muy simpática por su parte). Doy un par de cabezaditas y ya en los últimos minutos me desespero un poco, porque hay que decirlo, lo que no me gusta de los vuelos es, el aterrizaje. Los saltos que da el avión cuando toca tierra, ¡uf, me pone de los nervios!, el novio de mi hermana, siempre se ríe de mi cuando he viajado con ellos.
¡Por fin en Dusseldorf! ¡Ya estamos en tierras germanas!
Aunque hemos llegado, todavía no se lo puedo notificar a mi familia, ya que sin servicio de teléfono ni conexión de datos, poca cosa puedo hacer, además el móvil, sino mal recuerdo, empezará a pedir que lo recargue.
Consigo coger mi equipaje de mano y localizar al resto de compañeros y nos montamos todos en el autobús que nos lleva hasta la terminal. La primera parada es donde nos bajamos. Y aprisa, nos dirigimos a la cinta del equipaje. Para desgracia de todos los pasajeros, la espera es eterna, tardan como cosa de una hora en salir todas las maletas. Para alivio, no he perdido la mía.
Al mismo salir, nos encontramos con representantes de la organización y los otros dos compañeros que, nos esperan ya hace tiempo.
Nos disponemos para coger "el autobús" que nos llevará hasta el hotel, sino antes comprar unos bocatas y algo para beber para quitar el hambre durante el camino.
¿Autobús, quién comentó esa idea absurda? Nos encontramos con una furgoneta y un coche. Y vamos un poco apretados, apretados no es la palabra correcta, tal vez un poco incómodos, pero total, después del vuelo... La conducción por parte del conductor, no es totalmente la adecuadas y cada vez que se intenta echar una cabezadita, te despierta con uno de sus volantazo. Para que luego digan que por otros lugares del mundo, se conduce peor. A todo esto, mucho tráfico, pues el lunes será fiesta y los alemanes quiere aprovecharlo. Me fijo que los habitantes de la zona tienen buenos coches, coches deportivos, echarle imaginación y acertaréis a la primera.
¡ Por fin, llegamos a uno de los hoteles! "Forellenhof Poggel", en Eslohe. Un hotel precioso en medio de la montaña. Completamente contrastado con un paisaje de España, completamente verde. Y eso si, calor, mucha calor.
Allí nos hacemos un par de fotos de grupo, y nos dirigimos hacía el interior del hotel. Donde nos espera una recepción de café con pasteles típicos alemanes. Y la presentación de los directores de cada uno de los hoteles.
Desde el principio, sé quién es el mío, pues estuve viendo la web.
Mi hotel es "Sunderland Hotel" en Sundern, (parece que no se han mareado mucho en poner el nombre).
Al rato, me despido de mis compañeros, hasta que nos volvamos a ver en el curso de alemán del próximo jueves y me voy con el director M.K. al hotel.
Desde el principio, nos dan las indicaciones que, no se puede hablar español y tampoco defendernos un poco en inglés... Así que chaurreo alemán con él, lo poco que sé. Y este, ni corto ni perezoso me empieza a hablar en inglés. Pues amén, que luego no se diga.
Llegamos al hotel... Y puf, un señor hotel de 4 estrellas enfrente del ayuntamiento (Rathaus, en alemán, jajaja, parece que dice que es "la casa de las ratas", es una broma, que nadie se de por aludido).
M.K. me explica por detalle todo lo que es el hotel, (en los siguientes posts seguiré dando más detalles).
Y me da la llave de mi habitación, en la última planta:
(Tengo un concesionario de Hyundai enfrente)
Tomo algo de comer.
Y luego me voy con M.K. a otro mini-hotel que tiene al lado del lago, eso sí, unas vistas impresionantes.
Ya cansado, volvemos y me despido del director.
Y mañana, o sea hoy, no tengo instrucciones de hacer nada, me lo han dado libre. Mañana lunes, también es libre, pero me he ofrecido a empezar, a ver si me va del todo bien.
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