miércoles, 25 de junio de 2014

Día 18. Más de lo mismo...

Hoy es lunes, vuelta a empezar, una nueva semana en Alemania, veremos a ver cómo la llevo, si bien, mal o regular.

No sé ni a que hora me he despertado, ya ni siquiera lo tengo en cuenta, me levanto y punto.
Ducha rápida y a desayunar.

Tengo que ir a subir a la sala de fumadores a desayunar. Me cojo como siempre mi desayuno, y parte de él, me lo cómo de pie en un barra de la cocina, el resto, dos bocadillos que me he hecho, me los voy a comer sentado en la plaza de fuera, tomando el fresco, tampoco hace mucho frío a estas horas de la mañana, por lo menos, salgo del hotel, aunque sean un par de metros. Veo a gente ir y venir a hacer gestiones en el ayuntamiento (Rathaus), que está justo enfrente.


Mi mochila y mi bocata, listo para comérmelo.

Me subo para la habitación y confino a hacer cosas, por ejemplo, me hago la colada, que hacía por lo menos 3 días que no la hacía, pues 3 de las 4 camisetas blancas, que tengo para trabajar, estaban ya sucias.

Veo que esta vez, no han entrado las limpiadoras, aunque, la verdad, no tengo ni idea de cuando entran o dejan de entrar, son un misterio.

Ahora del trabajo, bajo a la cocina. Para mi sorpresa el chef principal no está. Uno de sus segundos ayudantes, Ma., me comunica que no sabe por qué tengo que entrar más temprano que los chefs, ¡no, si al final voy a tener yo razón!

Ayudo a Ma. en todo lo que puedo, estando atento en todo aquello que le hace falta e incluso adelantándome, pues ya sé que hacer después de cada cosa, me refiero a que si saque determinado ingrediente.

En cuanto llega el chef, me pone a cortar hierbas para aliñar la carne y las salsas. Y que esté atento para cuando le tenga que ayudar. Como siempre, me sorprende cada día, no por sus habilidades cocinando, sino porque es la primera vez me pide que le ayude, espero que no sea la última.

Tengo que hacer pinchos morrudos de pollo que esta tarde, tienen que preparar una barbacoa para una empresa, eso es lo que leí ayer en un papel. No sabré mucho alemán, pero las consonantes BBQ, no tienen desperdicio. 

Y que en cuanto termine, limpie todo el estropicio que ha hecho en su tabla de cortar, parece que han volado los ingredientes, está todo patas arriba, literalmente. Termino de cortarlo todo y a ponerme a limpiar y ordenar.

Se me hacen más de las 14:30 para terminar la tarea y cuando ya estoy pensando en qué hacerme de comer, aparece en escena Ma., que le eche una mano con unas rebanadas de mantequilla con jamón serrano, o mejor dicho, jamón italiano, porque no se parece en nada al de España.

Además me pone a cortar lonchas de embutido en el cortafiambres. ¡Pepe, no te pongas nervioso! En eso mismo estaba pensando yo, dejar los dedos bien separados de las cuchillas.
Con mucha calma, no pasa nada, salgo de una pieza.

Esta tarea, me ha dado una idea de hacerme algo de comer, sin ensuciar mucho: dos bocatas de con mantequilla, salmón ahumado y un poco de lechuga. Algo ligero y nada de qué marearse la cabeza. Me los como tranquilamente, saboreando el salmón. 


Dos como este, han caído

¡Cuántas ganas de comer pescado!

En cuanto llego a la habitación, me tumbo en la cama o mejor dicho hago la siesta española.

En cuanto se hace la hora del turno de la tarde, me arreglo y bajo a las cocinas. En cuanto llego a la cocina y me estoy poniendo el delantal, el chef T. me dice que el administrador del hotel me está buscando porque necesita mi cuenta del banco. Pues nada, otra vez subir, busco los papeles del banco, y se los bajo al administrador a su despacho en la primera planta. Tengo que pasar por delante de todos los despachos de los demás, y estos se quedan mirando, eso es que no están concentrados en su trabajo.

A la vuelta para las cocinas, tengo que pasar en medio de unos alemanes, que parecen que están en algún tipo de reunión, tampoco me paro a averiguarlo, tan solo pido perdón por pasar por el medio.

Bajo a la cocina de nuevo. Lo de antes, ha sido una breve pausa para entretenerme y dejar pasar los primeros minutos de la tarde.

A los pocos minutos, entra en la cocina la secretaria del director, que se tiene que marchar ahora mismo, que su madre está enferma… Por lo menos me he enterado de lo que ha dicho. Ya vamos pillando las cosas en alemán.

Me pongo a limpiar y organizar los lugares de trabajo, que por cierto, están hecho una auténtica marranería, esta gente no sabe limpiar después de terminar de cocinar.

Ahora entra en escena una señora que aparece vestida de paisana, de ropa común, nada de uniforme de cocina. Parece ser que es una fan del chef, porque le empieza a alargar en todas sus comidas. Y esta comienza a picotear de todos los platos que hay alrededor y el comentario más frecuente es, "Mmm…, tan rico como lo hace mi mamá".

De la nada, aparece la jefa de sala y le empieza a hacer la pelota, por completo, a esta señora. Aunque entienda mucho alemán, la situación estaba completamente clara.

Parece ser que esta señora, es más que una señora, es algún "pez gordo", que tienen que hacerle bien la pelota, porque al poco tiempo de marcharse, vuelve a entrar la jefa de sala con una sonrisa de oreja a oreja y con los pulgares hacía arriba en señal de conseguido.

Tras esta escena de paripé, la cocina vuelve a su estado normal.

A hacer las comidas rápidas y con mucha prisa. Mi rutina de la tarde, sigue como siempre: corta todo lo que te manden, excepto a las personas. A hacer helados de postre y tortitas para acompañar al pollo al curry. Y limpia que te limpia la cocina.


Hora del fregote del suelo. El chef va mucho más rápido fregando que otros a los que no quiero señalar… Como nos ve que hemos trabajado hasta el límite, se va para el restaurante y aparece con unas copas de cerveza Veltins.

La jornada termina para todos. Todos los huéspedes están en sus habitaciones y yo muy pronto, ¡Zzzz!


Desde el pasillo de mi sección


La plaza de esta mañana y el ayuntamiento justo enfrente.

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